Amado hermano lector, si alguna vez te preguntaste ¿Qué es la santidad? puedes descubrirlo el el texto a continuación escrito por Edwin Castillo, seminarista franciscano colaborador del Ministerio de adoradores JAMMPAZ.
El llamado a la santidad es la primera vocación del hombre, que la descubre y la desarrolla en la Iglesia, la misma que le presta los medios necesarios para lograrla. Estos medios son los sacramentos que ayudan a perfeccionar la vida espiritual de todo cristiano[1].
El deseo de ser santos, no es iniciativa meramente humana, sino que, esta inscrito en la profundidad de su esencia misma, de la cual no puede renunciar, porque le pertenece y esta de forma intrínseca en su ser. El hombre envuelto en el pecado se ha olvidado de ser santo, pensando que es imposible serlo, ante este olvido, Dios a tenido que recordarle: “Sean santos, porque yo, el Señor, su Dios, soy santo”[2]. Este llamado indica que el creador es Santo y por lo tanto al crear al hombre a su imagen y semejanza, le imprime esta noble y grande gracia.
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Se han elaborado varios estudios de lo que es una santa o un santo, evidentemente cada religión posee diferentes matices para considerar esa noción de santidad. En el cristianismo un santo o santa estaría en relación con aquella persona que ha asumido dignamente la vida de Jesucristo a través de los evangelios. Un santo o santa es, ante todo, un ejemplo para todo creyente, ya que son testimonio de la santidad de Dios.
El santo es una persona que, al margen de estar rodeado de prodigios, hace presente con sus palabras y sus obras el evangelio de Jesucristo. Cuando se trata de santos, nos estamos refiriendo, a todos quienes siguieron sensatamente el evangelio y que la Iglesia, después de un estudio minucioso ha propuestos como modelos a seguir, así como intercesores ante Dios.
Los santos conocidos son todos aquellos que se encuentran registrados en el calendario de la Iglesia universal, en los calendarios nacionales, diocesanos y de institutos religiosos y son venerados en la Liturgia años tras año.
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No hay que confundir a los santos con las estatuas o imágenes que aparecen en miles de capillas y templos por todo el mundo. Un santo es algo más que una imagen, pensar que la imagen es un santo, es idolatría, y en la Iglesia no adoramos ídolos. La estatua representa a un hombre o a una mujer que vivió y se entregó a Dios, en una etapa de su vida. Por este motivo la Iglesia los venera y les da culto, ya que reconoce en ellos la presencia de Dios y “por su causa se da gloria a Dios”[3]. Los santos del cristianismo datan casi desde los comienzos de la Iglesia, pero empezaron a venerarse públicamente en el siglo II. Las primeras tumbas de los mártires muestran que su origen viene desde aquellos tiempos, ya que ellos habían entregado su vida derramando su sangre por la Fe en
Jesucristo. Para rendirles veneración, se buscó un día especial para celebrar
la obra de Dios en ellos, y este día se consideró el diesnatalis o nacimiento
al cielo del mártir.
Imagen el martirio de Policarpio
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Como ejemplo tenemos el
caso de san Policarpo, del que se conoce que los cristianos de Esmirna se
reunieron en junto a su tumba para recoger sus huesos y ubicarlos en un espacio
seguro, con el propósito de volverlos a reunir para festejar el aniversario de
su martirio y realizar un ágape todos reunidos.
Con el pasar del
tiempo, de la memoria y veneración se pasó a la oración oficial de los santos y
a creer en su intercesión ante todo lo que se le solicitaba. Fue en el siglo IV
cuando se desarrolló la devoción y culto de los mártires en todas las Iglesias.
En este mismo siglo se dio igual culto y veneración a las vírgenes y
confesores. Las vírgenes son consideradas como Vírgenes del Señor, ya que con
su vida habían imitado a los mártires, igualmente porque son consideradas como
la esposa virginal de Cristo. Los confesores eran aquellos que habían declarado
públicamente su fe, pero no sufrieron martirios ni dieron su vida como los
mártires, sin embargo, están equiparados a los mártires.
El santo se alimenta
del Espíritu Santo que Dios le da en la Iglesia, para ponerlos en efectivo en
las obras de caridad y misericordia. Los sacramentos son los medios por donde
el cristiano llena de aceite su vida para iluminar a quienes lo necesiten; sus
obras derrochan amor y misericordia porque conoce a Dios que es Amor y como
buena rama que esta unida al sarmiento da frutos, mostrando así el reino de
Dios. A experimentado el amor en el perdón de sus pecados, por eso es
misericordioso y perdona cuando es ofendido.
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Con la venida de Cristo
queda confirmada la vocación a la santidad, ya que el primer paso es la
conversión para vivir de manera diferente, ya que, “el que os ha llamado es santo, sean también
ustedes santos en toda su conducta, 16 porque así
esta escrito: Sean santos, porque yo soy santo”[1].La
santidad es para todos, no para un grupo reducido como se pensaba en algún
tiempo.
[2]A. SCHOKEL, la Biblia de Nuestro Pueblo, en Levítico 19, 2.,Bilbao, 2006.
[3]Cfr. A. SCHOKEL, la Biblia de Nuestro Pueblo,en Gálatas 1, 24.
[4]A. SCHOKEL, la Biblia de Nuestro Pueblo,en primera de Pedro 1, 15-16.
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