Tu pecado es como una pequeña gota que se pierde en el mar de mi
misericordia.
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Al preguntar a algunas
personas qué entienden como la
misericordia de Dios, responden que es el perdón de Dios luego de haberle
fallado y su recibimiento con brazos abiertos.
Quizá muchos sabemos teóricamente
qué es su misericordia pero ¿la vivimos en realidad?, es decir, ¿reconocemos la
misericordia de Dios en cada pequeño detalle de nuestra vida?
Para empezar es importante
mencionar que la misericordia de Dios, es un regalo suyo hacia nosotros, sin
que lo merezcamos. Es un regalo que nos hace simplemente por el profundo amor
que nos tiene y lo hace porque así Él lo desea.
Mientras escribo este artículo
pienso cómo reflejar y reducir en un papel algo tan grande y tan infinito como
la misericordia de Dios, pues ella se origina en su amor y su fidelidad, características
perfectas de Dios que tampoco tienen fin.
Y es que al hablar de
misericordia es imposible olvidar lo que Dios ha hecho conmigo, ¡cómo no
reconocer su mano majestuosa levantando mi vida! Al igual que el ladrón a su
costado yo estaba condenada a muerte y no porque Dios así lo quería, sino
porque yo misma había elegido el pecado, yo misma decidí revolcarme en el fango
y cambiar mi bendición por un plato de lentejas; sin embargo cómo un barco que llega al rescate
de un naufragio (el naufragio que antes era mi vida) Jesús me levantó y no
solamente me hizo subir a su barca, sino que me abrazó y cada día me abriga y
me da de comer manjares.
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La misericordia de Dios nos alcanza
sin fin, al punto que el Padre olvida por completo nuestro pecado, cómo lo
muestra Jesús que estando en la cruz le pide misericordia al Padre por nuestros
actos (Lc 23,34). Para el Misericordioso Padre nuestro pasado queda sin
peso y recibimos una nueva oportunidad tal
y como lo hizo con María Magdalena (Jn 8, 10-11). El Señor no nos juzga
solamente nos ama, sin embargo para entrar en esa comunión con Él es requisito
indispensable que nosotros le abramos el corazón y con sincero arrepentimiento
nos propongamos a seguirlo a Él y
cumplir su voluntad.
Pero el rescate es solamente el inicio, ¡su misericordia va
más allá!, se refleja todos los días con
nuestra vida, nuestro respirar, nuestros sentidos, pues a pesar de que somos simple polvo y no lo
merecemos, nos provee de todo cuánto necesitamos (Mt 6, 26). Su misericordia es
tangible, al entregarse a nosotros en la eucaristía para que todo el que coma
su carene y beba su sangre tenga vida eterna. (Mc 14,24)
La misericordia del Dios al que
servimos es tan grande que al mirarla, en muchas ocasiones no podemos más que romper a llorar y adorar la
bondad inmerecida de nuestro Papito, cuando esto sucede nuestro corazón y
nuestra vida se doblegan ante él, nos hace amarlo y cómo consecuencia aumenta
nuestro temor de Dios, ese temor que nos hace cuidar el corazón de Yahvé y
buscar no entristecerlo, pues no queremos ser ingratos.
La Devoción a la Divina Misericordia
Una devoción especial hacia la
misericordia inició en 1930 a partir del diario de una joven monja polaca
llamada Faustina Kowalska. El mensaje no es nada diferente pero llama a las
personas a un entendimiento más profundo sobre el Amor ilimitado de Dios y la
disponibilidad de éste a todos, sin importar cuán grandes sean nuestras faltas.
Santa Faustina Kowalska pudo conocer
de cerca la misericordia de Dios y le fueron dadas algunas promesas de
Jesús para los devotos de la Divina Misericordia:
"Hija Mía, escribe que
cuanto más grande es la miseria de un alma tanto más grande es el derecho que
tiene a Mi misericordia e invita a todas las almas a confiar en el inconcebible
abismo de Mi misericordia, porque deseo salvarlas a todas. En la cruz, la
Fuente de Mi Misericordia fue abierta de par en par por la lanza para todas las
almas, no he excluido a ninguna".
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"Que los más grandes
pecadores pongan su confianza en Mi misericordia. Ellos más que nadie tienen
derecho a confiar en el abismo de Mi misericordia. Hija Mía, escribe sobre Mi
misericordia para las almas afligidas. Me deleitan las almas que recurren a Mi
misericordia. A estas almas les concedo gracias por encima de lo que piden. No
puedo castigar aún al pecador más grande si él suplica Mi compasión, sino que
lo justifico en Mi insondable e impenetrable misericordia. Escribe: Antes de
venir como juez justo abro de par en par la puerta de Mi misericordia. Quien no
quiere pasar por la puerta de Mi misericordia, tiene que pasar por la puerta de
Mi justicia..."
“El alma que confíe en mi
Misericordia no perecerá, ya que todos sus asuntos son míos”.
"La herida de Mi Corazón es
la Fuente de la Misericordia sin límites, de esta fuente brotan todas las
gracias para las almas".
¿Cómo acercarnos a la Divina Misericordia?
A Santa Faustina Dios le habla estrictamente en el sentido de
que nosotros también debemos mostrarnos misericordiosos con nuestro prójimo
para alcanzar la plenitud de la misericordia y ella escribe en su diario:
“Exijo de ti obras de
Misericordia que deben surgir del amor hacia Mí. Debes mostrar misericordia al
prójimo siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni
justificarte”. (Diario 742).
Por ello podemos acercarnos a la
misericordia de tres formas:
·
Pidiendo la Misericordia de nuestro Señor,
·
Confiando en su Misericordia, Viviendo como personas misericordiosas.
Para acogernos a la misericordia
de Dios además contamos con herramientas como el rosario, la Coronilla de la
Divina Misericordia y por su puesto el cumplimiento de las 14 obras de
misericordia:
Corporales.- Visitar y cuidar a
los enfermos, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar posada
al peregrino, vestir al desnudo, redimir al cautivo, enterrar a los muertos.
Espirituales.- Enseñar al que no sabe, dar buen consejo al
que lo necesita, corregir al que yerra, perdonar la injurias, consolar al
triste, sufrir con paciencia los defectos de los demás, rogar a Dios por vivos
y difuntos.
La misericordia de Dios nos
alcanza y Él se desespera por salvarnos, aceptemos su misericordia, busquemos
imitarlo y vivamos felices con Él.
"La dimensión divina de la redención no se actúa solamente haciendo justicia del pecado, sino restituyendo al amor su fuerza creadora en el interior del hombre, gracias a la cual él tiene acceso de nuevo a la plenitud de vida y de santidad, que viene de Dios.
ResponderEliminarCristo que sufre, habla sobre todo al hombre, y no solamente al creyente. Pues creer en el Hijo crucificado significa «ver al Padre», significa creer que el amor está presente en el mundo y que este amor es más fuerte que toda clase de mal, en que el hombre, la humanidad, el mundo están metidos. o Creer en ese amor significa creer en la misericordia. Porque la cruz es la inclinación más profunda de la Divinidad hacia el hombre, este es el Hijo de Dios que en su resurrección ha experimentado de manera radical en sí mismo la misericordia, es decir, el amor del Padre que es más fuerte que la muerte.
María, ha acogido de corazón ese misterio: aquella dimensión verdaderamente divina de la redención, llevada a efecto en el Calvario mediante la muerte de su Hijo, junto con el sacrificio de su corazón de madre, junto con su « fiat » definitivo.
Es María pues la que conoce más a fondo el misterio de la misericordia divina, sabe su precio y sabe cuán alto es."
Encíclica II Juan Pablo II